Durante los tres años en los que permaneció abierto, el hospital atendió un total de 14.988 pacientes, con fluctuaciones que variaban en función del desarrollo de la campaña bélica. El pico de mayor incidencia se registró en agosto de 1937, coincidiendo con la llegada de heridos provenientes de los frentes de la Lora y Espinosa de los Monteros. A continuación se sitúa enero de 1938 con el frente de Teruel y el segmento diciembre del 38 y enero del 39 con la campaña de Cataluña, una vez finalizada la batalla del Ebro.
Las estancias sumaron 441.171, con una media de 29 días, cifra elevada y habitual para un hospital como este de retaguardia. No solo era un hospital para heridos, sino también para enfermos médicos y quirúrgicos. Se trataban otras patologías, fundamentalmente infecciones, como gripe, paludismo, reumatismo poliarticular o tuberculosis.
Junto a los enfermos del bando nacional también ingresaron otros procedentes del bando gubernamental. Así por ejemplo, en agosto de 1937 se recibieron 300 soldados republicanos, asturianos y cántabros.
Gran importancia tuvo la cirugía llegándose a realizar 2.208 intervenciones. La mayoría con origen en acciones propias de la guerra como heridas de tórax, cráneo, abdomen, huesos, etc. Y otras derivadas de enfermedades como apendicitis, hernias, úlceras gástricas, etc.
El número de óbitos ascendió a 100, lo que supuso tan solo el 0’66% del total. Esta situación obligó a la ampliación del cementerio de la localidad localizado, como en la actualidad, en el muro norte de la iglesia abacial de san Salvador. Y fue adosado a este muro donde se habilitó el camposanto para los fallecidos en el hospital.
La labor asistencial se complementó con actividades educativas. Se organizaron conferencias, representaciones teatrales e incluso se creó una pequeña banda de música. Especial solemnidad tenían las fiestas religiosas y las visitas que giraban algunas personalidades como Carmen Polo, esposa del General Franco, o la mujer del embajador de Italia. Este último aspecto nos da pie para poder hablar de la presencia de soldados italianos en nuestro hospital. Combatientes que llegaron a España como aliados del bando franquista. De acuerdo con los datos aportados por D. Eduardo Rojo, en su artículo «Los camisas negras en Oña», entre el personal sanitario se contabilizaron seis médicos italianos, un capitán y cinco tenientes. De los 100 fallecidos reseñados líneas arriba, 26 fueron italianos, que murieron mayormente en agosto de 1937. Fueron enterrados junto a los soldados españoles en el cementerio oniense donde permanecieron hasta el mes de julio de 1941, momento en el que fueron trasladados al mausoleo creado en el puerto del Escudo. En la cruz existente en la escalinata de acceso a la iglesia de san Salvador, y retirada con motivo de la celebración de las Edades del Hombre en 2012, se podía leer en su placa trasera el nombre y rango de estos soldados italianos junto a los de otros tantos soldados españoles.
La actividad de nuestro hospital cesó al mismo tiempo que concluía la contienda. El 3 de julio de 1939 se llevaba a cabo un acto de despedida con una comida de hermandad en los jardines del monasterio. Meses más tarde la Compañía de Jesús regresaba de nuevo a Oña donde permaneció hasta 1967.