Todas las épocas anteriores al cristianismo consideraban a las personas sordas como seres defectuosos, sin capacidad de raciocinio y sin derechos jurídicos. Esta situación no cambiaría con la llegada del Medievo, que seguirá recogiendo estas actitudes negativas.
El Renacimiento traerá consigo un período de cambios con profundas transformaciones que afectarán a todos los aspectos de la cultura, y en donde se depositará una gran confianza en el poder del conocimiento humano. Los humanistas dan un nuevo enfoque al tema del hombre, analizando las causas de las limitaciones sensoriales y sus posibilidades educativas. Y es en esta línea en la que fray Pedro desarrollará una labor que hará que nuestro país por ser la cuna de la enseñanza de las personas sordas.
Es muy común aceptar que los gestos o señas que los monjes benedictinos debían aprender para comunicarse debido al voto del silencio, son la base de la lengua de signos. Nuestro monje bien pudo servirse de estos gestos, pero él no quería personas sordas con señas, él quiso personas sordas que pronunciasen palabras. Y es que los niños sordos aportan comunicación gestual con un número mayor que los gestos determinados en ciertas ordenes monásticas.
La metodología de Fray Pedro consta de tres procesos y comenzaba por la enseñanza de la escritura. Esta escritura precisaba de un reconocimiento de los objetos significados a partir de sus caracteres gráficos. Por ello primero enseñó a escribir y luego a hablar. Dibujaban las cosas y aprendían a representar por escrito el nombre de cada una de ellas. Escribían, leían, entendían y hablaban. El lenguaje constituía la base. El signo escrito era interiorizado a través de la imagen visual del apoyo de la dactilología (deletreo manual del alfabeto con los dedos de las manos) y de su seña.
En segundo lugar practicó conjuntamente la lectura labial, concienciando a los alumnos para que retuviesen los movimientos en su boca y así poder aprender a leer las palabras en los labios. Mediante la dactilología hacía una escritura en el aire que permitía representar el nombre de las cosas.
Fray Pedro Ponce de León trató de establecer la relación entre escritura y habla:
Con la escritura: la asociación palabra-gesto-dibujo.
Con la labiolectura: la comprensión de la palabra hablada. Con la articulación: dominio de la palabra hablada.
Su procedimiento se completó educando los músculos de la laringe. Y a su metodología se debe añadir el adiestramiento necesario para el habla. Diseñó ejercicios de respiración, de soplo y de tacto, para concienciar a sus alumnos del lugar y del modo que debe salir el aire por la boca.