Fray Pedro Ponce de León, precursor de la lengua de signos (I)

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Cuando afirmamos que nuestro monasterio de san Salvador de Oña es la mayor sorpresa turística que el visitante puede encontrar en la provincia de Burgos, no lo hacemos basándonos exclusivamente en su aspecto patrimonial o  artístico, sino que desde el punto de vista histórico también esconde descubrimientos inesperados.

Uno de ellos es sin lugar a dudas la figura del monje benedictino fray Pedro Ponce de León. A pesar de su papel trascendental como instructor de personas sordas y pionero en la educación de los sordos, apenas existe renombre por la figura de este monje. El olvido y el silencio parecen haber cubierto su labor. No obstante, entre el colectivo de las personas sordas, y no solo a nivel nacional, la admiración hacia su persona roza la veneración, sabedores del papel jugado como iniciador de una Educación Especial.

Los datos biográficos de fray Pedro son poco claros en lo que a sus primeros años se refiere, ya que existe discusión a la hora de consignar una fecha y un lugar de nacimiento. El origen más aceptado por la mayoría de autores sitúa su nacimiento en la localidad leonesa de Sahagún de Campos (León), en una fecha comprendida entre 1508 y 1512. Los Ponce de León, por su apellido, era de origen de los reinos leoneses y se distinguieron por sus méritos de guerra en la conquista de Andalucía.

Sus años como niño y adolescente discurrieron en torno a la abadía de Sahagún, en su escuela monacal. Cumplidos los años de formación más básica tuvo que realizar cuatro años más de estudios generales adquiriendo conocimientos en ciencias teológicas, derecho canónico y artes liberales.

En la orden benedictina a la que pertenecía nuestro monje, existen tres votos preceptivos que son pobreza, obediencia y castidad, pero además se incluía la promesa de permanencia de por vida en la casa de profesión. Y este es un detalle que siempre ha llamado la atención ya que fray Pedro fue enviado al monasterio de san Salvador de Oña. Esto ha llevado a algunos autores, como fray Justo Pérez de Úrbel, a pensar que se trata de un hijo bastardo y que con esta medida se intentaba poner tierra de por medio. Pero cierto es que bien pudo deberse a razones de estudio o por el desempeño de servicios especiales.

En 1536 llega al monasterio de Oña en donde permanecerá definitivamente hasta su muerte acaecida en 1584. Destacó su fama por la virtud del arte de enseñar a hablar a las personas sordas. Y dedicó toda la abnegación, inteligencia y fe cristiana que pudo a este gran invento. El hecho de que fray Pedro consiguiera que las personas sordas aprendieran a hablar, leer y escribir, y que alcanzaran un dominio cultural mayor, le sitúan como iniciador de la Educación Especial.

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